Massa trajo de Washington un respaldo del FMI, pero condicionado

El ministro recogió las inquietudes de la titular del Fondo, del Tesoro y de la Casa Blanca. Negó un posible “shock devaluatorio” y espera una señal positiva el lunes.


• Por Marcelo Bonelli (Clarín).

Kristalina se acomodó en su silla. La reunión promediaba y las cosas fluían. Ya había sido intensa la discusión sobre el dólar, la eventual devaluación y la futura política cambiaria. Georgieva lo intimó a Sergio Massa: “Yo necesito que las cosas anden bien con Argentina”.

Hizo una pausa. Explicó que eso no quiere decir -de ninguna manera- carta blanca: el FMI no avalará desvíos de metas. Pero la jefa del FMI –en ese momento- se sinceró. Habló de internas y pases de factura en Washington. Sugirió intentos de desestabilización: “Aquí adentro hay muchos que están esperando mi paso en falso para castigarme políticamente”.

Y advirtió: “Su fracaso Sergio, el fracaso de la Argentina, sería dentro del FMI entonces mi propio fracaso”.

La punzante frase refleja el clima en Washington: están cansados de la Casa Rosada, pero no le van a soltar la mano para evitar que –a causa del FMI- Argentina caiga en el abismo. Igual posición tuvieron el Tesoro y la Casa Blanca. Surge de los diálogos secretos que hubo con Kristalina, Janet Yellen y la cúpula que rodea a Joe Biden.

Los encuentros más trascendentes, además de Georgieva y Yellen, fueron tres: con Brian Nichols, secretario adjunto del Departamento de Estado; Juan González, asesor de Biden para América Latina; Jake Sullivan, consejero de Seguridad Nacional, y Juan Fernández, subsecretario de Energía.

En Washington conformó la actitud política de Massa: su decisión explícita de abrazarse al programa del FMI. Y su voluntad de consolidar el vínculo político con EE.UU. La Casa Blanca ponderó ese aval explícito de Massa a las relaciones con EE.UU. Tampoco quieren empujar a Alberto. La intención de Biden es facilitar que el Presidente llegue a las elecciones.

Igual, existen dudas y por eso se enfrió la reunión bilateral: se suspendió por el Covid en julio, no se hará en septiembre y recién podría concretarse a fin de año. Massa se sinceró, en la intimidad de su equipo: “Hay que dejarse de joder con las boludeces diplomáticas del Gobierno”.

Hacía alusión a las actitudes rebeldes de la Cancillería y a los relatos revolucionarios berretas de La Cámpora y el Instituto Patria.

Su actitud, de todos modos, no eliminó todas las dudas en EE.UU. En sus encuentros reservados todos preguntan por la errática posición y la vigencia de los viejos relatos de Cristina.

Empresarios y funcionarios repitieron a quemarropa: “¿Hasta cuándo Cristina apoyará su política económica?”. Massa respondió enigmático: “Hasta acá todos los líderes de la coalición respetan mi plan económico”.

Esas dudas hacen que en el directorio del Fondo haya luchas fratricidas: muchos facturan la blandura de Georgieva. La cuestión ya tuvo una víctima: Julie Kosack. Washington ocultó su brutal desplazamiento: era la principal auditora del plan económico. Hacía tres años lo monitoreaba. En julio, se anunció su misterioso traslado: la acusaron de no advertir que Martín Guzmán la engañaba con las cifras y que dibujaba las metas. Otra víctima de ese episodio fue el propio Sergio Chodos. En el equipo de Ilan Goldfajn desconfían de su accionar .

Massa cortó por lo sano: Chodos, que antes era el negociador principal de Argentina, fue separado y solo tuvo una protocolar participación en la última negociación. A la brevedad, Chodos podría ser relevado, al igual que Guillermo Francos del BID. La cabeza de Francos la quiere Mauricio Claver-Carone. Kristalina aplaudió el desplazamiento de Chodos. Con intención –y en forma inusual– habló bien del equipo técnico que ahora encabeza Leo Madcur.

El FMI dará, el lunes, una señal: ese día, y temprano, anunciará que Argentina cumplió con las metas. El board aprobará la cuestión el 1° de octubre.

Esto quiere decir una sola cosa: que el martes, Economía afrontará los vencimientos con dinero propio por US$ 2.700 millones. Hay fondos, pero la decisión resentirá –en forma temporaria- las reservas. Parte del dinero saldrá de lo embolsado con el dólar-soja.

El “gambito” le permitió a Massa juntar una masa crítica de billetes, pero abre una cuestión: ¿cuál será el tipo de cambio, después de octubre? Clarín confirmó que ese fue el tema central en las negociaciones secretas de Washington: el futuro valor del dólar. Goldfajn lo planteó en forma insistente. Para el auditor del FMI, es insostenible la actual brecha cambiaria. “Esa brecha -dijo- no permite acumular reservas”. La presión fue fuerte. Massa se tuvo que plantar: “No vamos a devaluar”.

Y contragolpeó: “Un shock devaluatorio provocaría un estrépito social inadmisible”. Madcur acompañó con números. Pero Massa prometió: “En 30 días se profundizará la política de cambios múltiples para aflojar la tensión en el dólar”. Economía ya, de inmediato, anunciará el “dólar Qatar” y un tipo de cambio superior para importaciones suntuarias. Este jueves se discutió en el Palacio de Hacienda: cotizarían al dólar Bolsa.

Similar cuestión se habló en el Tesoro. La presencia de Yellen en la reunión se negoció –en los días previos-, en la Casa Blanca. El gesto de Yellen fue importante. Una bocanada de oxígeno y respaldo a Massa. Pero la dura funcionaria no olvidó los reclamos.

David Lipton fue el encargado de las exigencias: habló del valor del dólar, brecha, ajuste fiscal y reformas estructurales. Ocurrió cuando hablaron de la impagable deuda argentina. Lipton fue contundente: “Argentina tiene que volver a los mercados internacionales, si quiere resolver el conflicto con el FMI”.

Argentina salió del default, pero está fuera de los mercados: la sobretasa que debería abonar sería del 23%. Massa le dio la razón. Pero, para volver a tener crédito internacional, Argentina tiene que hacer un – ahora ausente– programa integral de estabilización, combate a la inflación y crecimiento.

El índice de agosto fue un masazo: Cristina está inquieta y habló del tema con Massa. El ministro conversó por teléfono con la vice el martes y la vio el miércoles. Los gurkas de Cristina quieren salir a acusar a los empresarios y ya empezaron a hablar de la Secretaría de Comercio. Axel se impacienta y Máximo se quedó sin discurso. Ambos, y Cristina también, se están comiendo una sopa de sapos.

El trío boicoteó el Presupuesto de Guzmán y atacó el acuerdo con el FMI: afectaron la gobernabilidad de Alberto y todo terminó en la hecatombe económica. Este jueves se volvieron a indigestar: el BCRA fijó una supertasa efectiva anual del 107%. Matías Tombolini no se inmuta y contraataca: “Todo lo que propusieron fracasó en forma rotunda”.

El atentado​

Cristina está concentrada en develar el motivo y los autores del grave ataque que sufrió. Exclama: “Quién es el hijo de puta que me quiere muerta”. La vice insiste en que “la banda de los copitos” está movilizada por sectores de inteligencia. Pidió que se investigue “cómo vivían y quiénes los financiaban”. Algunos acusan sin pruebas y señalan a Jaime Stiuso.

Cristina se compara con José Luis Cabezas y quiere encontrar un complot contra su seguridad. La jueza no descarta nada, pero hasta ahora la investigación judicial no avala esa elucubración.

Cristina apoyó la misión de Massa. Tiene pánico al precipicio. También, el ajuste que propone en el Presupuesto: un recorte adicional de US$ 2.400 millones. Y una medida polémica y que la emparenta con su archienemigo Mauricio Macri: Massa evalúa un blanqueo de capitales.

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